He cometido muchos errores, tantos que perdí la cuenta. Algunos me fortalecieron, otros ni siquiera los recuerdo... existen los que me avergüenzan tanto que prefiero olvidarlos.
Cada uno me ha dejado un perceptible aroma que me induce a controlar mis imperfecciones, ese momento preciso en que pensé que no volvería a equivocarme; sin embargo...otra vez erré.
Me parece que hay temporadas para seguir los impulsos que rigen al momento, cuando el tiempo no cobra por errar; cuando todo pasa como un simple chiflón de aire sin siquiera despeinarnos.
Hoy he aprendido que debo pensar mis acciones dos veces, quizá tres, tener más afinado ese instinto que me hace escoger la mejor fruta del mercado, aquélla que se ve igual a todas pero que entre tantas es la casi perfecta.
Hay errores que valen la pena. Alguna vez me equiovoqué en un trabajo lo que me costó perderlo; posteriormente obtuve un nuevo empleo con una mejor posición y un mejor salario. ¡Valió la pena equiovocarme! Solo al ver los resultados se logra tener el valor de cada error.
Hay otros que me causan mucho remordimiento, y que por pasarse lamentando no logramos contar con esa oportunidad que a veces da la vida de reparar el daño causado. Hay errores que marcaron mi vida para siempre.
Existen los que se pueden corregir con simplemente deshacer un bordado y recrear la puntada; o rallar el cuaderno y volver a escribir. Quizá la tela se dañe, las notas se ensucien pero al final todo parece sin un detrimento.
También hay los que se pagan con dolor, enfermedad e incluso con el propio deceso. Fumar por estres, beber por placer, conducir sin precaución, etc.. Éstos son los que duelen más porque no hay algo que pueda hacer para rememdar el error o calmar el dolor.
No es posible ir por el camino tan solo haciendo aciertos, debo cometer fallas, errores para tener un valor de la vida, del amor, de la familia y de todas aquéllas oportunidades que se me presentan para enmendar, hacer a un lado las piedras que me tropezaron ayer, continuar la brecha aprendiendo a tener cada día más y mejores éxitos.
Existen diferentes tipos de errores, de fallas y desaciertos; no importa cómo se clasifiquen... a mi, me parece, que todos se pagan caro.
Me parece que hay temporadas para seguir los impulsos que rigen al momento, cuando el tiempo no cobra por errar; cuando todo pasa como un simple chiflón de aire sin siquiera despeinarnos.
Hoy he aprendido que debo pensar mis acciones dos veces, quizá tres, tener más afinado ese instinto que me hace escoger la mejor fruta del mercado, aquélla que se ve igual a todas pero que entre tantas es la casi perfecta.
Hay errores que valen la pena. Alguna vez me equiovoqué en un trabajo lo que me costó perderlo; posteriormente obtuve un nuevo empleo con una mejor posición y un mejor salario. ¡Valió la pena equiovocarme! Solo al ver los resultados se logra tener el valor de cada error.
Hay otros que me causan mucho remordimiento, y que por pasarse lamentando no logramos contar con esa oportunidad que a veces da la vida de reparar el daño causado. Hay errores que marcaron mi vida para siempre.
Existen los que se pueden corregir con simplemente deshacer un bordado y recrear la puntada; o rallar el cuaderno y volver a escribir. Quizá la tela se dañe, las notas se ensucien pero al final todo parece sin un detrimento.
También hay los que se pagan con dolor, enfermedad e incluso con el propio deceso. Fumar por estres, beber por placer, conducir sin precaución, etc.. Éstos son los que duelen más porque no hay algo que pueda hacer para rememdar el error o calmar el dolor.
No es posible ir por el camino tan solo haciendo aciertos, debo cometer fallas, errores para tener un valor de la vida, del amor, de la familia y de todas aquéllas oportunidades que se me presentan para enmendar, hacer a un lado las piedras que me tropezaron ayer, continuar la brecha aprendiendo a tener cada día más y mejores éxitos.
Existen diferentes tipos de errores, de fallas y desaciertos; no importa cómo se clasifiquen... a mi, me parece, que todos se pagan caro.
Comentarios
Publicar un comentario